El joven lector estaba cerca de terminar el libro, Las aventuras del capitán Hatteras, cuando la figura dibujada a carboncillo súbitamente, se agrandó.
El capitán salto de la viñeta y resopló a pleno pulmón mientras se sacudía la hoja del libro:
-¿Por qué, por qué, por qué? -insistió mirando al joven, qué atónito no daba crédito a lo que sus ojos miraban.
- « Algo gordo debe haberle sucedido al capitán para que obre así» -pensó Jean Pierre antes de preguntar-: ¿En qué puedo ayudarle señor Hatteras?
El capitán resopló de nuevo y explicó con voz grave y átona:
-Mi creador, Julio Verne, quiso que al final del relato de mis aventuras, me suicidara; sin embargo, su editor un tal Pierre-Jules Hetzel, le hizo cambiar de idea: evitando así mi suicidio. Snif, snif -Hatteras comenzó a llorar amargamente.
-Pero señor, capitán, ¿en qué puedo ayudarle, entonces...? –preguntó el muchacho un tanto afligido.
-¡No lo sé! -exclamó Hatteras-, no obstante, quiero decir al mundo entero aquí y ahora: dejadme acabar con mi vida, por favor.
Me ha encantado. Al fin y al cabo es lo que solemos hacer con nuestros protagonistas, los que nosotros creamos. Le hacemos nacer, vivir y al final, hasta morir. Suerte.
The Best!
Simplemente magistral. Toca uno de los temas mas candentes de este siglo, junto con el tema del derecho a decidir:el libre albedrío.La eutonasia.