En una frígida habitación bajo una tímida luz; la pluma, la hoja y el escritorio admiran el retrato de una bella dama.
La pluma bañada en tinta intenta dibujar palabras en la hoja amarillenta sobre el escritorio taciturno.
— Me estás manchando—dijo la hoja.
— Perdón—contestó la pluma.
— ¿Acaso olvidaste escribir? —preguntó la hoja.
— No—respondió la pluma.
— Entonces, ¿por qué no escribes? —replicó la hoja.
— Intento escribir un poema— suspiró la pluma.
— ¿A quién? —quiso saber la hoja.
— A Ella — lloró la pluma.
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