Las calles ya son ríos otra vez. Te descuelgo del clóset, te sacudo, te plancho, me visto contigo, me abrigo contigo. Peino tu cabellera rubia en mis cabellos y advierto aquella mirada de espejo, mi propia mirada colgada de un gancho para ropa, reprochándome el abandono mientras agita una mano muerta desde aquel oscuro interior…
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