Hay sensaciones que no deberían acabarse nunca, como el sorbo refrescante de una Coca-Cola bien fría, o la brisa que inunda mi rostro cuando abro una ventana por la mañana temprano. El olor de la ropa recién lavada, o reconocer a la persona que entra en casa por el sonido que emiten sus llaves al contactar con la cerradura.
Escuchar música mientras te duchas o tomar unas tostadas acompañadas con un zumo de naranja recién exprimido. El sonido de los pájaros entre los árboles o las puestas de sol acompañadas de personas que las hacen más bonitas todavía.
La luna cuando está completamente llena, o ese campo de estrellas que invade la oscuridad de las noches de verano en la playa.
El olor de un buen perfume que te hace perder la noción del tiempo.
Todas estas cosas son placeres que nos regala la vida y que hay que pararse a apreciarlos de vez en cuando para valorar lo que tenemos.
Me gusta el relato, es pura sinestesia
Relata la realidad cotidiana de una manera simple y muy bien expresda